Trazos vertiginosos




Una de las sensaciones a la que más personas le temen es el vértigo. Es cuando sentimos que las cosas se mueven alrededor, se acercan o se alejan de nosotros o que nuestro cuerpo está girando. Esto no es más que una ilusión, como cuando estamos parados en un lugar alto, a muchos metros de distancia de la superficie, nos asomamos para ver el fondo y sentimos que el suelo se aproxima, ése es el vértigo de altura.


En el vértigo influyen una buena cantidad de órganos que hacen que el cuerpo se estremezca y que las personas incrementen su temor de que algo terrible pasará. La vista, el tacto, el oído -responsable del equilibrio- son catalizadores que mandan señales al cerebro y que permiten mantener una orientación de nuestro espacio.


En 1958, el talentoso director de suspenso, Alfred Hitchcock, filmó uno de sus mayores éxitos llamado Vértigo. La trama gira en torno a un investigador privado que padece este mal y que es contratado por un amigo para vigilar a la esposa que, supuestamente, está poseída por un espíritu.


La razón de su vértigo se debe a que vio caer a su compañero policía desde una cornisa al vacío sin que él pudiera evitarlo. El padecimiento se agudiza cuando, de igual forma, no logra detener a la esposa de su amigo que se suicida lanzándose de lo alto de una torre de campanario.


Como podemos ver, el cerebro nos muestra realidades diferentes de acuerdo a los males que podamos tener, dejando claro que nos puede convertir en seres temerosos de situaciones que no existen o que no podemos superar por diversos traumas.


Manejando estas sensaciones, nada agradables, el artista italiano Fabio Giampietro realiza una serie de pinturas a las que llama Vértigo. Cada una de ellas nos presenta paisajes de metrópolis vistos desde las alturas. No sabemos si él lo padece y es una forma de superarlo o si busca crear emociones de vaivén en el espectador.


Las perspectivas que maneja se acentúan al máximo al presentar cada pintura en un estilo monocromático, otras veces en tonalidades sepia y, en ocasiones, con personas coloreadas de rojo, dándole un carácter desolador ante los ojos expectantes de quien las mira.


El manejo del espacio se debe a su extraordinaria habilidad del dibujo de líneas brillantes que comienzan de arriba a abajo, o viceversa, aunque estén hechas en un plano, es la ilusión óptica. Cada una de estas delgadas tiras dibujadas destaca el contorno de la arquitectura de los edificios dando la sensación de que vamos a caer dentro de la pintura.


Nos permite apreciar que en la parte baja todo está amontonado, una estructura encima de la otra, pero conforme van creciendo los trazos vemos que están separados, tal como si estuviéramos viendo una imagen real. Observando a detalle, las sombras que proyectan un edificio sobre otro, aunque por muy tenues que sean, le dan profundidad a las pinturas.

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