La inocente perversidad


Las películas de terror son un género que gusta a muchas personas. Las que están basadas en hechos de la vida real cobran mayor notoriedad por saber que fue cierto lo que miramos en pantalla.


La línea terrorífica es variada. Va desde seres sacados de las páginas de la literatura fantástica como vampiros, hombres lobo o brujas hasta leyendas que circulan por las regiones de diversas partes del mundo, como es el caso de La Llorona en México.


En la actualidad, los zombis han cobrado una relevancia impresionante, ya sea por la cantidad de libros que están resucitando como por los cómics, series de televisión y el encumbramiento comercial de la casa productora Plan B, propiedad de Brad Pitt, al llevar a la pantalla grande su Guerra Mundial Z.


El cine de terror, de miedo o suspenso tiene una fórmula muy atractiva para el público: el sexo y la violencia. El primer elemento entendido desde la perspectiva de las altas temperaturas de los personajes o una pareja que quedan a merced del asesino o monstruo que los liquidará en medio de torrentes de sangre, por ende, el segundo elemento ya viene implícito.


Nada mejor para atraer a las víctimas que una mujer u hombre que gocen de un excepcional físico o una mirada noble y bondadosa. Ya lo vimos en la cinta Psicópata Americano donde un exitoso y bien parecido newyorkino descubre su afición por la sangre, envolviendo a través de artimañas galantes a varias jóvenes para después liquidarlas.


La receta más efectiva para hacer atractivos los ataques y descuartizamientos cinematográficos son combinar la sensualidad de las mujeres, a través del sexo, con los cuchillos, espadas, machetes o cualquier elemento que sirva de arma para despojar de su vida a los hombres incautos y apasionados por una noche divertida.


Gran cantidad de guiones tienen en su interior secuencias donde las doncellas, que ya traen el gen de Dexter en su ADN, hacen gala de sus dotes de encanto y sensualidad, para atraer a aquellos hombres ávidos por desfogar sus pasiones con quienes no conocen.


La buena conducta, el vestir de manera galante y atrevida a la vez, la voz a la Marilyn Monroe y las poses de la Bety Boop son parte del lenguaje corporal que atrae las miradas. Otros escritores prefieren darle la vuelta a la línea y presentar una alternativa donde la chica es todo lo contrario, introvertida pero con un grado de perversidad que podría amedrentar hasta a Freddy Krueger.


Dicen los cánones que el sexo vende, y nosotros agregaríamos que también mata. Y esta podría ser la consigna del artista Keith P. Rein para crear la serie Slaughterhouse Starlets, donde saca de contexto a varias estrellas de la cinematografía y la televisión para ponerles accesorios que surcarían la piel de cualquier varón que trate de intentar algo con ellas.


Rein es reconocido en el medio por su alto erotismo que plasma en sus ilustraciones, incluso, es catalogado como un autor que refleja de manera detallada el soft porn, oficio con el que muchas personas no pueden estar de acuerdo por ser ofensivo.


El despliegue de sus líneas y la utilización de los colores reafirman a las estrellas como personajes que sufren de un desorden mental, porque conservan su inocencia y una postura que no requeriría de estar alertas ante el peligro, sin embargo, cada una de ellas esconde algo que más adelante será aterrador.


La sangre está presente en ellas, ya sea escurriendo del arma mortal o salpicada en las paredes, resultado de un trabajo que requirió mayor fuerza porque la víctima quizá se resistió o el fluido salió disparado al cortar una arteria vital, como en las películas gore de serie b. La excepción es Tina Fey, actriz de la serie 30 Rock, que decide suministrar óxido de nitrógeno, mejor conocido como gas de la risa.


No podemos imaginar a esa pequeña maguita de Harry Potter en una Emma Watson que ya utilizó un cuchillo de carnicero o a Zooey Deschannel, la popular New Girl, con un hacha. Ni hablar de Beyoncé con una espada, al estilo de Michonne de The Walking Dead, blandida en la cabeza de Jay Z.



Para conocer más ilustraciones de Keith P. Rein, den click en su nombre, sin embargo, les hacemos la recomendación de que lo hagan con discreción por tener material que puede resultar ofensivo.

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