Los colados del arte


Imaginen que van el transporte colectivo, van sentados o parados [da lo mismo], hay muchas personas, tanto esperando en las estaciones como dentro del vehículo, y ustedes están entrados en sus pensamientos, muy profundo.


De repente salen de ellos y comienzan a mirar de nuevo su entorno, a las personas que están a lado, los de enfrente, los de atrás, voltean hacia arriba a ver las ofertas educativas o la publicidad, cuando se percatan de algo. Su mente recibió información que sale de la línea comunicativa entre el ojo y el cerebro.


Hay una imagen que no corresponde con la realidad. Algo está invadiendo, no sólo el espacio visual, sino el espacio físico que corresponde a todo ser terrenal. La proximidad adquiere un valor más allá al conocido, se ha convertido en una equivalencia de tiempo, o quizá de atemporalidad.


La atmósfera ahora es diferente. Huele a historia, huele a viejo, o mejor dicho, huele a antiguo. Aunque también se percibe un aroma eclesiástico, clásico de las iglesias con figuras e imágenes llenas de ángeles, santos y de Cristo. Por un momento los remonta a un lugar sacro.


A pesar de ser sacro, todos lo profanan por convivir con él. Pero, ¿por qué les da esa sensación de pecar, de violar las reglas divinas? Es como si estuvieran cohabitando con entes celestiales a los que antes sólo admiraban. ¿Será verdad lo que viven?


La percepción reacciona y sienten que han vuelto a la realidad. No es así. La realidad es la misma porque permanecen en el mismo lugar. La realidad, su realidad, sólo es una y es donde están parados [o sentados]. Entonces, ¿qué pasa?


A su lado, enfrente o atrás hay protagonistas que en algún momento ya habían visto o que reconocen gracias a sus clases de historia o de las visitas a los museos. En los puntos cardinales a los que dirigen la mirada existen personas que son diferentes, pero que siguen siendo personas.


En este espacio físico en el que se encuentran, el artista ucraniano Alexey Kondakov sacó a los personajes de pinturas clásicas famosas y los colocó en situaciones cotidianas como son el andar en la calle o las diferentes vías de transporte.


Esos cuerpos angelicales, cuerpos semidesnudos y desnudos, las túnicas, la vestimenta renacentista, las arpas, el vino y la pasión son los que se encuentran sentados y parados a lado de su modernidad, de su era. Por supuesto que a cualquiera asombra tener el pasado insertado en el presente.


No están acostumbrados a ver en el asiento del Metro a la Virgen María con Jesús en brazos mientras los ángeles tocan una melodía, y mucho menos ver a unas ninfas abordando el autobús con Belcebú.


Kondakov los ha liberado del óleo y andan divirtiéndose por la ciudad. Están en las cafeterías, dando un performance en las escaleras del subterráneo, incluso, bebiendo debajo de un puente. Escenas comunes de cualquier metrópoli que se ubican en la colección The Daily Life of Gods.


Si quieren conocer a Alexey Kondakov, responsable de este giro en la realidad, den click en su nombre.

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