Tú y yo somos uno mismo


La frase “tú y yo somos uno mismo” proviene de un rola clásica de finales de los 80 que corre a cargo del grupo pop mexicano Timbiriche. En ella el chavo le expresa a la chava que hay buena química entre ellos y que parece que nacieron el uno para el otro. Las pistas de baile, hasta la fecha siguen infestadas de bailarines retro cada que suena en los altavoces de las fiestas y antros.


Esa misma aseveración se puede aplicar en el presente con dos entes en los cuales ya no se puede discernir cuál es el más inteligente: la persona y el teléfono inteligente o celular.


El grado de separación entre ellos ya es nulo. Muchos conocemos o somos personas que vivimos pegados al smartphone, y eso de pegados no es broma, es literal. El uso de la tecnología nos ha llevado por un camino que en algún momento deberá de tener retorno, porque de seguir así nos convertiremos en autómatas y antisociales.


Hace unos días el Papa Francisco pidió que se prohibiera el uso de celular en la mesa durante la comida, porque es el tiempo que se debe dedicar a la familia y no a estar atentos al dispositivo móvil. Pocos harán caso.


Este tema genera mucha polémica, y la seguirá alentando hasta un futuro medio [que ojalá no lejano]. Es muy cierto que los aparatos nos simplifican tareas y actividades, pero también se han convertido en distractores sociales, familiares, incluso viales, cobrando la vida de un buen número de personas por tener la mirada en la pantalla y no a su alrededor.


Bajo la idea de que los smartphones se han convertido en objetos ominpresentes y omnipotentes porque están en tu bolsillo, en tu carro, en la calle y en tu hogar, además de ser tu mejor amigo porque conserva las imágenes de tus mejores momentos, el fotógrafo francés Antoine Geiger hace una critica a la sociedad con su serie SUR-FAKE.


Sus imágenes muestran la alienación que prevalece entre el hombre y el dispositivo, rompiendo el vínculo real que hay entre una herramienta y quien la manipula, que como vemos de forma cotidiana parece lo contrario: la máquina manipula al hombre.


Todo nuestro mundo se encuentra en una pantalla que absorbe el rostro, la mirada y la mente de cada usuario que se expone. Las selfies pululan en las redes sociales; las fotos de los eventos se pueden consultar y no hubo necesidad de que estuviéramos en ellos, siempre habrá alguien que realice la crónica visual.


Para ver más del trabajo de Antoine Geiger, den click en su nombre.

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